Las navidades pasan rápido en Las Vegas, y aunque aún nos faltan
los Reyes, esa sensación de desazón y nostalgia ha empezado a latir desde que
la resaca del Fin de Año nos abriera los ojos.
Para evitar ese vuelco de alma vacía lo mejor es romper con todo
y hacer algo diferente. Yo, me he ido al Gran Canyon, en el estado de Arizona.
Cinco horas de ida y cinco horas de vuelta en coche desde la Sin City, siguiendo
las velocidades establecidas; pero ha merecido la pena. Claro que, la próxima
vez mi visita al Gran Canyon será por el
aire… Mi puesta en la piel de Thelma o Louis ya está cumplida.
El espectáculo es impresionante, los colores, la profundidad, la
inmensidad y la definitiva certeza de que el individuo es una ínfima pieza dentro
del gran puzle que es La Tierra son las imágenes y los recuerdos que nunca
abandonarán ni mi mente ni mi retina. Somos muy pequeños en un mundo muy
grande.
Hotel Tovar, dentro del Parque Nacional
Lo ideal, es poder alojarse en un hotel, como el Tovar, -cálido y con vistas sobre la parte sur del Cañón, las mejores-, y recorrer en unos pocos días cada uno de los miradores y paisajes de una de las que fueron Maravilla del Mundo.
Su profundidad máxima llega a superar los 2.000 metros y su anchura ronda los 350 km.
El Sur del Gran Cañón, las mejores vistas
Aunque dentro de este Parque Natural, Patrimonio de la
Humanidad, podemos encontrar algún punto para comer, lo más recomendable es
salir hasta Tusayan, localidad previa a la entrada del Parque, donde la
variedad de restaurantes es considerable.
El precio de acceso al Parque Natural del Gran Canyon es de 25
dólares por vehículo.
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